viernes, 18 de abril de 2014

LA ESTULTICIA DE LOS CRÉDULOS

          
A pesar del tremendo avance de la ciencia y la tecnología, hay muchas personas que han perdido su capacidad de razonar. ¿O tal vez nunca se les enseñó a razonar y no han adquirido esa capacidad?

Me cuesta pensar, que haya personas que gusten ser engañadas, estafadas. Pero lamentablemente, las hay. Me cuesta pensar que haya adultos que observen la realidad que les rodea con mente pueril. Pero lamentablemente, los hay.

Porque ciertamente sorprende que a nivel general, y en cualquier parte del mundo, haya una mayoría de personas que no aplique un razonamiento lógico ante cosas irrisorias, ante dislates, ante el sinsentido.

Por el contrario, los embusteros, los maestros del engaño, los estafadores, los mistificadores, los inventores de misterios, los estimuladores de fantasías y los fabricantes de siniestras conspiraciones, tienen un lugar en la receptividad de mucho público.

Va a la par de quienes han sido capaces de comprar bidones de agua --simple agua-- porque les hicieron creer que era de una fuente especial y tenía propiedades maravillosas.

La aceptación irracional de aquello que no existe, o cuya naturaleza no es la que se proclama, o las bien urdidas tramas de desinformación, son rápidamente adquiridas e internalizadas por gente ávida de querer saber, por gente curiosa, que --lamentablemente-- no ha aprendido a discernir cuáles son fuentes confiables, serias, seguras, y cuáles son falsas.

Así entonces, esas personas absorben los videos subidos a YouTube, y las páginas web de ciertos individuos que viven de hacer lindos cuentos, con toda la apariencia de compartir lo que se quiere ocultar del público.

Estas personas operan con una infundada desconfianza en la ciencia, en las opiniones de científicos, en anuncios de universidades e instituciones oficiales, para en cambio abrevar en las fuentes de aquellos "rebeldes", que supuestamente "saben" lo que se oculta, y lo dan a conocer.

La inocencia de esta gente es tal, que como digo, no razona, no analiza, no coteja unos datos con otros. No busca saber quién es el personaje que tiene una página web, cuáles son sus antecedentes, a qué se dedica. O cuál es la organización detrás del video que acaban de grabar para su archivo personal.


Hábiles manipuladores de la opinión pública, estos individuos u organizaciones, no cejan en dar la apariencia de serios, y para ello recurren a la debilidad senil de algunos individuos que en su momento ocuparon cargos de importancia en algún país, y salen haciendo declaraciones públicas  descalabrantes.

O aparece un personaje  que --tiene que mantener en secreto su nombre porque se expondría a represalias-- pero que relata que cuando ocupó un cargo de importancia en una agencia de inteligencia de un determinado país, o en una organización militar, llegó a enterarse, supo, tuvo en sus manos un expediente, o vio una determinada cosa. ¡Y la cuenta!

A veces algún individuo con las mismas "credenciales", da la cara, hace declaraciones públicas, con fantásticas "revelaciones". 

A ninguno de esos ávidos y crédulos consumidores se les ocurre pensar, tener siquiera el atisbo de sospecha, de que ese individuo está haciendo lo que le ordenaron. No está violando ningún secreto, porque si no, se arriesgaría a perder su jubilación, o a ir preso. Ese que da la cara, --aún ya retirado de la agencia en que trabajó-- no hace sino divulgar desinformación. Cumple su cometido.

Pero a los ávidos de escuchar lo diferente, lo distinto, y sobre todo, lo sensacional, les produce placer lo que esos individuos dicen, y luego de absorber la píldora que les han hecho tragar, se convierten en factores repetidores de la mentira, con lo cual la desinformación alcanza un nivel viral.

Este panorama nos brinda la paradoja siguiente: cuanto más se avanza en ciencia, en conocimiento correcto y preciso de cuanto nos rodea cerca o lejos, más gente se refugia en fantasías y lindos cuentos.

Es como el universo mágico de las hadas, los gnomos, o las sirenas, llevado a una realidad paralela, que no exige siquiera demostraciones, ni fundamentaciones. Un público que acepta acríticamente el menú que le ofrecen, lo ingiere y se queda haciendo provechitos.

Es pues un deber de todo ser humano bien plantado, que tiene una ética referida a la comunicación, que busca y actúa en función de la verdad, que hurga y exhuma información y datos que ayudan a comprender ciertas cosas aparentemente extrañas, luchar contra esa estulticia de los crédulos.

Hay que enfrentar a los charlatanes, a los mercachifles, a los "vendedores de espejitos". 

Hay que alertar una y otra vez a sus consumidores, que muchas veces se van a enojar con uno, le van a enrostrar gruesos epítetos, o se van a poner furiosos porque les tiramos abajo su castillo de naipes.

Y hay que luchar contra la desinformación bien elaborada, contra la pseudociencia, contra las operaciones psicológicas destinadas a la captación de las masas, con fines que no se confiesan.

Es un imperativo moral.

En este ámbito, el conocimiento es un valor, la especulación apenas un ejercicio de la mente, y el fraude, algo intolerable. No se puede convalidar, y poner en pie de igualdad a quienes se esfuerzan por conocer la verdad y a aquellos que viven de impulsar fantasías.

Se equivocan y mucho, quienes so pretexto de una libertad del intelecto, aceptan cualquier postura en torno al tema de los Fenómenos Aéreos Inusuales, sin juicio de valores.  

  Hay que afirmar el valor de la ciencia --como forma del conocimiento universal-- de su método, y de sus resultados.

Hay que educar al gran público, a saber discernir quién es quién. A analizar las fuentes de las cuales obtiene aparente información.  Del grado de veracidad de la misma.

Hay que enseñar a hacer búsqueda, y a cotejar datos, para que cada quien, por sí mismo/a llegue a saber sobre la materia que sea, y no a repetir irresponsablemente las mentiras hechas pasar por "verdades" que le han querido instilar.


Lic. Milton W. Hourcade

Coordinador internacional del UAPSG-GEFAI