A pesar del tremendo avance de la
ciencia y la tecnología, hay muchas personas que han perdido su capacidad de
razonar. ¿O tal vez nunca se les enseñó a razonar y no han adquirido esa
capacidad?
Me cuesta pensar, que haya personas que
gusten ser engañadas, estafadas. Pero lamentablemente, las hay. Me cuesta
pensar que haya adultos que observen la realidad que les rodea con mente
pueril. Pero lamentablemente, los hay.
Porque ciertamente sorprende que a nivel
general, y en cualquier parte del mundo, haya una mayoría de personas que no
aplique un razonamiento lógico ante cosas irrisorias, ante dislates, ante el
sinsentido.
Por el contrario, los embusteros, los
maestros del engaño, los estafadores, los mistificadores, los inventores de
misterios, los estimuladores de fantasías y los fabricantes de siniestras
conspiraciones, tienen un lugar en la receptividad de mucho público.
Va a la par de quienes han sido capaces
de comprar bidones de agua --simple agua-- porque les hicieron creer que era de
una fuente especial y tenía propiedades maravillosas.
La aceptación irracional de aquello que
no existe, o cuya naturaleza no es la que se proclama, o las bien urdidas
tramas de desinformación, son rápidamente adquiridas e internalizadas por gente
ávida de querer saber, por gente curiosa, que --lamentablemente-- no ha
aprendido a discernir cuáles son fuentes confiables, serias, seguras, y cuáles
son falsas.
Así entonces, esas personas absorben los
videos subidos a YouTube, y las páginas web de ciertos individuos que viven de
hacer lindos cuentos, con toda la apariencia de compartir lo que se quiere
ocultar del público.
Estas personas operan con una infundada
desconfianza en la ciencia, en las opiniones de científicos, en anuncios de
universidades e instituciones oficiales, para en cambio abrevar en las fuentes
de aquellos "rebeldes", que supuestamente "saben" lo que se
oculta, y lo dan a conocer.
La inocencia de esta gente es tal, que
como digo, no razona, no analiza, no coteja unos datos con otros. No busca
saber quién es el personaje que tiene una página web, cuáles son sus
antecedentes, a qué se dedica. O cuál es la organización detrás del video que
acaban de grabar para su archivo personal.
Hábiles manipuladores de la opinión
pública, estos individuos u organizaciones, no cejan en dar la apariencia de
serios, y para ello recurren a la debilidad senil de algunos individuos que en
su momento ocuparon cargos de importancia en algún país, y salen haciendo
declaraciones públicas descalabrantes.
O aparece un personaje que --tiene que mantener en secreto su nombre
porque se expondría a represalias-- pero que relata que cuando ocupó un cargo
de importancia en una agencia de inteligencia de un determinado país, o en una
organización militar, llegó a enterarse, supo, tuvo en sus manos un expediente,
o vio una determinada cosa. ¡Y la cuenta!
A veces algún individuo con las mismas
"credenciales", da la cara, hace declaraciones públicas, con
fantásticas "revelaciones".
A ninguno de esos ávidos y crédulos
consumidores se les ocurre pensar, tener siquiera el atisbo de sospecha, de que
ese individuo está haciendo lo que le ordenaron. No está violando ningún
secreto, porque si no, se arriesgaría a perder su jubilación, o a ir preso. Ese
que da la cara, --aún ya retirado de la agencia en que trabajó-- no hace sino
divulgar desinformación. Cumple su cometido.
Pero a los ávidos de escuchar lo
diferente, lo distinto, y sobre todo, lo sensacional, les produce placer lo que
esos individuos dicen, y luego de absorber la píldora que les han hecho tragar,
se convierten en factores repetidores de la mentira, con lo cual la
desinformación alcanza un nivel viral.
Este panorama nos brinda la paradoja
siguiente: cuanto más se avanza en ciencia, en conocimiento correcto y preciso
de cuanto nos rodea cerca o lejos, más gente se refugia en fantasías y lindos
cuentos.
Es como el universo mágico de las hadas,
los gnomos, o las sirenas, llevado a una realidad paralela, que no exige
siquiera demostraciones, ni fundamentaciones. Un público que acepta
acríticamente el menú que le ofrecen, lo ingiere y se queda haciendo provechitos.
Es pues un deber de todo ser humano bien
plantado, que tiene una ética referida a la comunicación, que busca y actúa en
función de la verdad, que hurga y exhuma información y datos que ayudan a
comprender ciertas cosas aparentemente extrañas, luchar contra esa estulticia
de los crédulos.
Hay que enfrentar a los charlatanes, a
los mercachifles, a los "vendedores de espejitos".
Hay que alertar una y otra vez a sus
consumidores, que muchas veces se van a enojar con uno, le van a enrostrar
gruesos epítetos, o se van a poner furiosos porque les tiramos abajo su
castillo de naipes.
Y hay que luchar contra la
desinformación bien elaborada, contra la pseudociencia, contra las operaciones
psicológicas destinadas a la captación de las masas, con fines que no se
confiesan.
Es un imperativo moral.
En este ámbito, el conocimiento es un
valor, la especulación apenas un ejercicio de la mente, y el fraude, algo
intolerable. No se puede convalidar, y poner en pie de igualdad a quienes se
esfuerzan por conocer la verdad y a aquellos que viven de impulsar fantasías.
Se equivocan y mucho, quienes so
pretexto de una libertad del intelecto, aceptan cualquier postura en torno al
tema de los Fenómenos Aéreos Inusuales, sin juicio de valores.
Hay que afirmar el valor de la ciencia --como forma del conocimiento
universal-- de su método, y de sus resultados.
Hay que educar al gran público, a saber
discernir quién es quién. A analizar las fuentes de las cuales obtiene aparente
información. Del grado de veracidad de
la misma.
Hay que enseñar a hacer búsqueda, y a
cotejar datos, para que cada quien, por sí mismo/a llegue a saber sobre la
materia que sea, y no a repetir irresponsablemente las mentiras hechas pasar
por "verdades" que le han querido instilar.
Lic. Milton W. Hourcade
Coordinador internacional del UAPSG-GEFAI